Hablar no sirve de nada si nadie te quiere escuchar. De hecho, lo comparo a la paradoja del árbol que cae en mitad del bosque y que ningún ser vivo ha podido oír. ¿Se puede considerar entonces que el árbol ha hecho ruido si no ha sido oído? Hablando a nadie ocurre lo mismo. La única persona que te va a escuchar eres tú mismo, y eso solo alimenta aún más la naturaleza y el peligro de tus pensamientos. Además, te encuentras condicionado a la espontaneidad y fugacidad de la palabra oral. Un conjunto de palabras que, normalmente, no pensamos demasiado a la hora de soltar por nuestra boca, empeorando aún más el hecho de escucharte a ti mismo.
Es cierto que, en ocasiones, dejar fluir pensamientos a través del habla sin pararnos a pensar en ellos es un gran desahogo y una forma de hacer que el que te escucha, al estar haciéndolo desde fuera, sepa que te ocurre algo. Pero para ello, debe haber alguien que te escuche…
Al igual que existe una diferencia clara entre oír y escuchar y entre ver y mirar, opino que existe (o debería existir) una diferencia entre hablar y el mero hecho de articular sonidos ordenados estructuralmente. Desde mi punto de vista, en el primer caso sabemos que alguien está escuchando lo que estamos diciendo (o al menos eso creemos), por lo que, al ser conscientes de ello, pensamos mejor aquello que queremos expresar. Sin embargo, si nadie va a escucharnos, no prestaremos atención a nuestras propias palabras, dejando así brotar pensamientos, ideas o emociones en un completo desorden cuidadosamente ordenado y estructurado.
Existen teóricos de la Comunicación y la Lingüística que afirman que el pensar y hablar con uno mismo es un tipo de diálogo en el que interviene una persona desde dos polos diferentes de su psique. No creo que esto sea posible del todo, a no ser que esa otra parte de ti tome conciencia propia para escuchar autónomamente lo que dices y así poder «responderte» de manera lógica, generando así una verdadera compartición de palabras (aunque todo esto ocurra en tu cabeza). Considero que eso es posible en momentos en los que nos encontremos verdaderamente rotos o fragmentados interiormente, generándose así otro yo interno con respuesta más o menos independiente. Sí sería bastante probable que ocurriese en los casos de trastorno de la personalidad múltiple, pero eso escapa a mi entendimiento y, además, es un caso totalmente diferente.
Con el acto de escribir ocurre lo contrario, a mi parecer. Al transmitir nuestras ideas o pensamientos al papel, o a un papel digital como es este blog, hemos tenido que decidir previamente el llevarlo a cabo. Nos hemos parado a pensar en escribirlo y, además, en cómo hacerlo. Tomamos así conciencia de aquello que vamos a expresar. Estamos, entonces, otorgándole un verdadero fin más que el simple hecho de emitir sonidos que nadie va a escuchar y que, por tanto, no existen.
Puede que ahora pienses que si nadie va a leer lo que escribas, no sirva para nada, al igual que al hablar a nadie. No creo que eso sea del todo cierto. Al escribir, dejamos un pedazo de nuestro ser en algún lugar. Puede que alguien diferente a nosotros llegue a leerlo algún día o puede que no, pero al haberlo hecho con conciencia (como he dicho antes), su valor y durabilidad aumentan. Además, posiblemente, sean palabras que en un futuro, más o menos cercano, no importa; termines leyendo tú mismo. En ese preciso momento será más real y útil aquello que escribiste. Al contrario que al escucharnos (oírnos desde mi punto de vista) a nosotros mismos, nos encontraremos en un momento temporal, puede que incluso espacial, diferente al que empleamos para impregnar esas páginas, físicas o digitales, con nuestras palabras. Por ello, seremos capaces de leer con cierta perspectiva mental y, en consecuencia, entender y razonar lo sucedido en aquel momento con mayor acierto que si nos escuchásemos articular sonidos espontáneamente para desahogarnos.
Tras esta reflexión, os invito a escribir, a dejar verdadera constancia de todo lo que pensáis, sentís o deseáis; porque puede que un día sea útil a alguien que realmente lo necesite. O, mejor aún, a vosotros mismos.
-Un cuervo anónimo.