Avena convertida en oro tras el suave roce de tus manos.
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Ahora comprendo el dorado brillo del sol al cruzarse con tu pelo, la gratitud con la que cantan los pájaros al verte o el leve susurro de los árboles cuando estiran sus ramas para poder tocarte.
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Es por eso que iluminas mi vida. Es por eso que la llenas de felicidad.
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Tú. Solo tú sabes cómo hacerlo, con una brisa de esperanza desprendida de tu mirada, de tus labios… De tu aterciopelada piel, que acalora mi cuerpo con cada segundo de contacto.
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No te alejes, pues será entonces cuando el frío invada mi ser.
Será entonces cuando mis ojos no puedan ver y mi voz siga quebrada por no dejar de gritar que te necesito, que sin ti todo se vuelve oscuro.
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Acaricia de nuevo la avena, que quiera verla crecer y volverse sol al compás de tu pelo.
-Un cuervo anónimo.